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Monsieur Privé en el nuevo Restaurante Winter Garden del exclusivo Hotel El Palace de Barcelona

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Desde hace poco más de un año el chef Marc Mallasén asumió las riendas del Hotel El Palace de Barcelona como asesor gastronómico del mismo. Su genialidad y pasión por la cocina le han llevado a desarrollar un estilo de cocina propio e inconfundible con el que deleitar a los paladares más exigentes. Tras reformar y reversionar la oferta existente, su maestría y excelente saber hacer le han permitido reinterpretar, sin ningún problema, las principales señas de identidad del hotel, bajo los filtros de los códigos de su filosofía.

Prueba de su éxito es el Winter Garden, el restaurante que corona la última planta del edificio y preside la majestuosa terraza de más 1500 metros cuadrados que lo envuelve. Un viaje atrás en el tiempo donde el comensal se sumerge de pleno, viviendo en primera persona, el esplendor y la gloria de una época pretérita, ajena a la cotidianidad de nuestro día a día que en la mayor parte de lo posible, recupera el mobiliario original de principios de siglo y recurre a la vegetación autóctona de la zona para recrear una atmósfera tranquila y elegante.  
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Luminoso y diáfano, el Winter Garden se abre al público como un restaurante de alta cocina con una completa oferta gastronómica que engloba gustos y costumbres de todo tipo de culturas y comunidades, inspirándose en la típica cocina catalana. Un acierto seguro que gusta a partes iguales tanto a niños como a mayores.

Su cálida atmósfera es reforzada por una decoración de época compuesta por un mobiliario de mimbre y bambú que envuelto en suaves manteles de lino y elegantemente decorado con cubiertos y menaje de plata inglesa y una vajilla diseñada por Christian Lacroix para Vista Alegre, invitan al comensal a revivir la magia que desprende el acuñar la más pura acepción del lujo.

Sus paredes y techos, enmarcados por una celosía entramada de madera, configuran un espacio presidido por un impresionante fresco cuyo punto de fuga acentúa la sensación de profundidad del espacio, creando un efecto óptico a modo de trampantojo donde se integra a la perfección la realidad del lugar con la ficción utópica ideal representada. Un juego de espejos enmarcados con pan de oro se encargan de hacer el resto, reflejando el exterior en el interior, haciendo creer al comensal que se encuentra en un punto en suspensión en tierra de nadie.
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Su amplía y variada carta se complementa con un menú ejecutivo de medio día donde se da elegir entre cuatro entrantes, cuatro platos principales y tres postres con copa de vino, agua y café incluidos. La fórmula perfecta para sorprender a nuestros acompañantes un día de cada día sin la necesidad de recurrir a ninguna fecha especial como excusa para celebrar lo bella que es la vida.

Como entrante somos sorprendidos con un ravioli de setas de temporada con crema ligera de parmesano y shimejis confitados. No hay palabras para describir el cúmulo de sensaciones que se abren paso en el paladar tras el primer bocado. Su relleno se deshace sólo en la boca y su intensa salsa de parmesano embriaga nuestros cinco sentidos, potenciando aún más el sabor de la carne que matizan las setas. No dudéis en pedir una ración de pan recién hecho con mantequilla artesanal, incluido en el menú, con el que disfrutar aún más de vuestra experiencia.

De la selección de platos principales elegimos el arroz de rostit con botiffarra, costilla de cordero, mantequilla y parmesano (Una ración más que generosa con la que saciar la más temible de las gulas. De su presentación destaca la armonía de color reinante entre los ingredientes utilizados. Yendo más allá podría recordar a la tierra recién labrada) y la merluza asada con salsa verde, espárragos y huevo duro todo un poema visual donde el color de la esperanza lo cubre todo con su manto dando paso a un nuevo universo de sensaciones.

Siendo incapaz de decidirme tan sólo por uno de los postres, me pedí dos, dando comienzo con el éclair de chocolate con avellana, crumble y crema de helado de chocolate blanco. La esponjosidad del pequeño relámpago es atenuada por una suave y dulce crema de avellana decorada con flor de pensamiento que le otorga un toque de color sensual y voluptuoso. La crema de helado contrasta en yuxtaposición con el crumble dando como resultado un interesante juego de texturas.
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Di la orden de que mi próximo postre fuera servido junto con el té durante la sobremesa. Como segunda opción me decanté por una tarta de crema de limón con merengue, crumble y gel de yuzu. Su presentación, en consonancia con la del éclair, presentaba un paleta cromática similar donde con acierto, otros ingredientes recrean paralelamente los mismos colores.

De la carta de infusiones elegí un poleo menta con hielo, servido en una preciosa taza diseñada por Christian Lacroix para Vista Alegre, poniendo de este modo el broche de oro a una fantástica sobremesa repleta de risas, confidencias y reencuentros inesperados.

Desde Monsieur Privé queremos felicitar a todo el equipo de Marc Mallasén por el maravilloso trato recibido y a él por dejarnos formar parte de su maravilloso universo.  
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Monsieur Privé en un cóctel de primavera celebrado en el Hotel Palace de Barcelona.

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Durante décadas el Hotel Palace de Barcelona ha sido testigo de un sinfín de momentos históricos, desde que en 1919 bajo el paraguas empresarial del imperio hotelero de César Ritz, abriera por primera vez sus puertas. Situado en la confluencia de la bulliciosa Gran Vía con Roger de Llúria, su fachada de estilo neoclásico enmarca con un aura de lujo y solemnidad el chaflán que ocupa. Sus toldos carmesí y el dorado que recubre parte de sus preciosistas forjados, dan la bienvenida al transeúnte, invitándole a adentrarse a un mundo donde el tiempo se detiene, dándole la oportunidad de revivir el esplendor y la gloría de una época pretérita que convive en armonía con el presente, mirando siempre hacia el futuro.

Aún recuerdo la primera vez que traspasé su puerta giratoria mientras su amable portero me daba la bienvenida y mis sentidos se embriagaban con un fresco y sutil aroma a fresias, caminando en dirección al Nineteen, su hall bar, mientras poco a poco sentía como ya formaba parte de su historia.

(Bodegón compuesto por la invitación que me hizo llegar el gabinete de comunicación del Hotel Palace y algunas imágenes del transcurso del evento.)
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Invitado por El Palace y su maravilloso y profesional gabinete de comunicación, el pasado jueves tuve la oportunidad de reencontrarme inusitadamente con personas excepcionales que hacía tiempo no veía como a mi adorada Montse Martínez de Glow Active Detox Collagen de Eiralabs, con quien muy gustosamente entré del brazo mientras intercambiamos risas y confidencias, mi querida Laure Pelloux, a quien conocí hace años durante mi ejercicio como relaciones públicas de la Embajada de Indonesia en Barcelona, comentándome que es ahora responsable de markéting de Lladró, la simpatiquísima Vinyet Almirall, directora de comunicación de Bodegas Torres en compañía de su encantadora relaciones públicas Marta Bonell, siendo siempre un placer reencontrarme con ella desde que en mi época como ejecutivo de cuentas en Grey Group fueron clientes nuestros, asegurándose en todo momento de que no faltase ni Viña Esmeralda ni rosado en las copas de los invitados, presentándome a la encantadora Maria Núñez García-Adámez de Jacoliva, mi dulce Ekaterina, directora creativa de la firma de complementos Saviler en compañía de su esposo Sergi Balcells, director de Job Today en Cataluña, el prestigioso cirujano plástico Javier de Benito en compañía de su adorable hija Carlota, con quienes tuve el placer de compartir velada durante el posterior cóctel, el alcalde emérito de Barcelona Xavier Trias, la modelo y miss mundo 2015 Mireia Lalaguna o el siempre amable y simpatiquísimo estilista Antonio Garrido
La copa de bienvenida fue servida en El Jardín de Diana, una preciosa terraza de estilo modernista cuyo nombre homenajea la deidad griega y figura corona la última planta del inmueble. Desde allí la oferta es infinita, desde disfrutar de una de las mejores panorámicas 365º de la Ciudad Condal hasta deleitar nuestro paladar con la amplía carta que ha elaborado Marc Mallasén para El Winter Garden, el restaurante de la terraza.
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En el centro, se encuentra una preciosa pérgola enmarcada por una frondosa vegetación típica de la zona y un restaurado mobiliario de hierro forjado. Allí se prepararon cócteles con base de ginebra, Vermut Yzaguirre de la mano del encantador Josep Fores Daura y refrescos. En uno de los laterales se sirvieron ostras, mientras en el otro se cortaba jamón para unos pocos afortunados. 
Dos horas más tarde, bajamos al Salón Gran Vía, la joya de la corona del hotel, una sala de 253 metros cuadrados con capacidad para 280 personas donde celebrar todo tipo de eventos y reuniones. Allí me presentaron a amabilísima y encantadora Elisenda Martí, la nueva directora de comunicación del hotel con quien compartí la mayor parte de la noche en compañía de otros periodistas, también invitados por el hotel, aunque el protagonista indiscutible de la velada no fue otro que Marc Mallasén quien no dudó en darlo todo y agasajarnos con un exclusivo cóctel, cortesía del hotel, elaborado para la ocasión donde pudieron saborearse deliciosos canapés de pan con tomate y jamón, bombones de chocolate blanco con foie, viera infusionada con té rojo, falsos makis de ensalada césar, esferificaciones de ajo blanco con crujiente de cecina, gazpacho de remolacha o espuma de coco con foie, todo ello maridado con una excelente selección de vinos por cortesía de Bodegas Torres.

Desde aquí quiero dar las gracias al Hotel Palace y a su fantástico gabinete de comunicación por la invitación y tenerme siempre presente, a Bodegas Torres por asegurarse de que no faltase vino en mi copa durante toda la noche y a Marc Mallasén junto con su equipo por el suculento cóctel que regaló a nuestros sentidos. 

Monsieur Privé en la inauguración del nuevo y exclusivo club de fumadores del Bluesman Cocktail Bar del Hotel Palace de Barcelona (Gran Vía 668)

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Desde hace ya algunos años el Hotel Palace de Barcelona (Antiguo Ritz) se ha convertido en el escenario de un sinfín de maravillosos episodios de mi vida, tanto en el plano personal como el profesional.  Mis frecuentes visitas me han ayudado a hacer mío el espacio, permitiéndome conocerlo en profundidad como si de la palma de mi mano se tratase, hasta el punto de llegar a descubrir alguno de los muchos secretos que se ocultan tras las marqueterías y adamascados de sus muros.

Nada más traspasar la puerta giratoria que preside el hall de la entrada, su atmósfera te atrapa dándote la bienvenida y trasladándote a una época pretérita de esplendor y gloria, difícil de ubicar en el tiempo, ya que los relojes se detienen y todo adquiere una nueva dimensión.
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En esta ocasión invitado por su nuevo director, el Sr. Jaume Donjó, tuve la oportunidad de descubrir  un nuevo espacio, recién inaugurado y hasta aquel momento aún permanecía cerrado al público, me refiero al nuevo club de fumadores del Bluesman Cocktail Bar, una sala donde los amantes de las tradiciones podrán disfrutar de un buen puro mientras saborean uno de los mejores whiskys del mundo al ritmo de la música de la banda de jazz que actúe ese día.

Resulta difícil de creer, verdad? En una sociedad como la nuestra donde imperan las prisas, es de agradecer que se abran nuevos espacios donde poder disfrutar de nuestro tiempo como mejor nos plazca y acuñando a su vez todas y cada una de las acepciones más representativas del hedonismo.

Emplazado en el lugar que en su día fuese la carbonera del hotel y décadas más tarde el refugio de artistas e intelectuales de la época, hoy recobra su esplendor transformándose en un nuevo espacio cuya elegante estética cabalga entre la más pura esencia de la Belle Epoque y el refinamiento más exquisito de nuestros días.

Con estricta puntualidad, uno a uno fuimos llegando todos y cada uno de los invitados, llenándose poco a poco la sala con ilustres personalidades del ámbito de la comunicación en Barcelona.
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La cena-cóctel con la que nos agasajó Marc Mallasén, asesor gastronómico y chef titular del hotel, estuvo compuesta por un sinfín de delicias de las que quiero destacar su mini hamburguesas de carne de buey, sus patatas bravas con trío de salsas, sus dados de rabo de toro y sus esferificaciones de Dom Pérignom con caviar. Todo un festín para los amantes de la alta cocina cuyo dulce broche de oro fue puesto por unos mini tiramisús con falsa tierra de chocolate servidos en pequeños tiestos de terracota, tan bonitos que hasta daba pena comérselos.

La espera entre plato y plato fue maridada libremente con una selección de la extensa carta de cócteles de la que disponen. En mi caso me decanté por los clásicos, no yéndome de allí sin probar su piña colada, su cosmopolitan y su san francisco con flor de pensamiento.
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Durante el posterior baile mi gran amiga Laura Curt y yo emulamos a Karl Lagerfeld y su musa Cara Delavigne recreando un episodio del desfile métiers d’arts de Chanel celebrado días antes en los salones del Hotel Ritz de París.

Casi a las tres de la madrugada me dispuse a subir a la suite que días antes había reservado para aquella noche.  Tras ponerme cómodo me di un relajante baño en la bañera romana antes de caer rendido en la cama, no sin antes rememorar una y otra vez desde lo más profundo de mi corazón, todos y cada uno de los maravillosos instantes vividos aquella noche al ritmo de la canción Putting on the Ritz