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Invitados por la prestigiosa firma de perlas españolas Majorica nos desplazamos hasta la mágica isla de Mallorca para conocer de primera mano todo el proceso artesanal que se esconde detrás de cada joya. Con sumo cuidado entre gestos de complicidad y cierto recelo, sus maestros artesanos nos revelan algunos de los secretos mejor guardados de estas ya míticas y únicas a día de hoy, piezas de alta bisutería, con presencia en los cinco continentes, haciéndonos partícipes de su ya legendaria historia.
Sobre una pequeña colina de la población de Manacor, cual castillo sobre su reino, enmarcada por unas privilegiadas vistas de excepción, se encuentra la Majorica Factory Shop, un lugar donde poder soñar despiertos y deleitarse admirando algunas de las más bellas piezas producidas por la marca. Para aquellas personas que seáis fieles seguidores de la firma desde hace varias generaciones, comentaros podréis encontrar descuentos de hasta el 50% sobre su precio de venta al público y que al mismo tiempo podréis llevaros a casa un pedazo del legado de una de las diez firmas españolas más renombradas del mundo.
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Nuestro recorrido por las instalaciones da comienzo con un poco de historia, la justa, según ellos para no aburrir ni abrumar a sus visitantes y que al adquirir o al ponerse alguna de sus piezas, por segundos puedan trasladarse a un tiempo pretérito de esplendor y gloria a título de embajadores de honor de la casa.
De la mano de Eduard Heusch senior viajamos atrás en el tiempo hasta llegar al viejo París de 1890, ciudad donde constituyó la "Societé de Perles Indes E. Heusch & Co," un paraguas empresarial desde el que poder comercializar las primeras perlas orgánicas del mundo. Cinco años más tarde en 1895, registraría la primera patente mundial en fabricación de perlas artificiales. Todo un logro y una gran revolución en una época en la que escaseaban e incluso eran más caras que los diamantes. Poco después, en 1905 junto a la inestimable ayuda de su hermano Karl Heusch, abrieron sus dos primeras fábricas en España, una en Palma de Mallorca y otra en Manacor por su proximidad al mar y buena comunicación. Su labor fue viento en popa a toda vela y el boca a boca hizo el resto. Su excelente calidad e impecable acabado les hizo traspasar el charco hasta llegar en 1917 a la Quinta Avenida de Nueva York para abrir su segunda sede, lugar en el que aún a día de hoy permanecen. La gran demanda de los años 20 les obligó a contratar a más de 50 sopladores, decenas de maestros artesanos y más de un centenar enfiladoras sin contar las 240 máquinas que funcionaban a pleno rendimiento.
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En 1937 Eduard Heusch muere y su hijo hereda su imperio asumiendo las riendas del negocio. Pese al contexto de guerra, crisis e incertidumbre que le acompañó, la empresa supo salir a flote e incluso mejoró su producto substituyendo el vidrio soplado por opalinas, hecho que ayudó una década después en 1953 al director químico de los laboratorios, el húngaro Geza Solt, a descubrir la fórmula secreta que aún a día de hoy se utiliza para recubrirlas. Por lo poco que pueden contarnos, se trata de una reformulación que data del siglo XVII en la que se emplea un extracto de guanina procedente de las escamas de algunos peces como la sardina o el boquerón, siendo la encargada de inferirle ese brillo y textura nacarada que las caracteriza.
En los revolucionarios años 60 se producían 220.000 unidades diarias llegando a una producción anual de 24 millones de piezas de las cuales se desechaba un 30% en su control de calidad con el fin de ser simplemente los mejores, actitud que les llevó a experimentar y combinarlas con otros materiales como la plata de ley 925/00 tal y como se recoge en los informes de la época de la Organización Europea de Perlas Majorica, institución que fundó para llevar un mejor control de la producción y posterior distribución a nivel mundial. Más recientemente en los años 70, la mecanización ayudó a agilizar todo el proceso de producción, reduciéndolo a una duración de tan sólo 15 días en contraste con los varios años que son necesarios para obtener una perla de forma natural. Tras abrir su departamento de I+D poco a poco se convirtieron en la única empresa del mercado en fabricar perlas artificiales de idéntico aspecto al de las naturales.
En los talleres, con destreza y concentración las hábiles manos de los maestros artesanos que aún a día de hoy perpetúan este noble arte nos revelan en riguroso directo como se fabrican estos codiciados objetos de deseo.
Todo parte de la materia prima, varillas de vidrio opalino que se sopla al mismo tiempo en el que se le va dando forma con el fuego.
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Tras darles un primer baño bajo la solución orgánica con base de guanina, son aplastadas con el fin de obtener una mezcla homogénea en la que se funda el vidrio con la mezcla.
Tras limpiarla de todo tipo de impurezas con un paño de algodón son "maquilladas" con un polvo secreto y tras dejarlas secar, se les vuelve a dar forma de esfera. Pasadas unas horas ya se avistan los primeros resultados y en la mayoría de casos se obtienen perlas ya directamente para engarzar.
Con ritmo, destreza y solemnidad, como si de una danza ancestral se tratase, las enfiladoras hilan ristras de perlas que tras pasar el control de calidad se convierten en maravillosas joyas de ensueño.
De todo el proceso destacar su empaque, cada vez que una joya es colocada delicadamente dentro de su estuche se cierra un ciclo. Nos comentan que muchas veces especulan e imaginan sobre la persona que las lucirá tras adquirirlas y que cada vez que van por la calle y ven que alguien las lleva, les inunda un profundo sentimiento que cabalga entre la emoción y el orgullo.
Dicho esto tan sólo nos queda dar las gracias al maravilloso equipo de comunicación de Majorica en España por su inestimable y profesional ayuda y a Majorica por abrirnos las puertas de su casa y compartir con nosotros la magia que emana de su universo.
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