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En el céntrico y exclusivo Paseo de Gracia barcelonés, una de las arterías más concurridas del sector del lujo de nuestro país, se encuentra el flagship store de la prestigiosa joyería Carrera y Carrera en Barcelona.
Situados en la confluencia de la emblemática calle Rossellón, la joyería se levanta en la planta baja de un regio edificio de principio de siglo, recientemente restaurado.
Desde el exterior, una discreta fachada de estilo clásico y sin más adorno que el de los forjados de sus balcones, custodia con recelo las maravillas que se esconden en su interior.
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La sala VIP una estancia de planta paladiana situada en el primer piso del establecimiento, está presidida por una mesa circular de estilo isabelino, con sillas y vitrinas a juego.
Lo que más sorprende nada más llegar es que el blanco de sus paredes contrasta complementariamente con los tonos oscuros de los muebles y el rojo carmesí de algunos de los detalles que componen la estancia como la alfombra persa central, las flores naturales o los expositores, actuando a modo de lienzo en blanco listo para ser pintado.
Nada más llegar el cliente se le ofrece una copa de cava servido en una bandeja de plata y aderezado con lata numerada de caviar.
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Como si de un sueño del que jamás querer despertar se tratase, se recibe un completo y cuidado servicio con respeto y solemnidad.
Copa de cava y cucharilla de nácar en mano, ojear los preciosistas catálogos de la firma encuadernados en seda y terciopelo, se convierte en todo un ritual que va más allá de una simple experiencia de compra.
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El caviar que ofrecen es considerado uno de los mejores del mundo y se elabora con la receta tradicional rusa, únicamente con sal y agua.
Para evitar que su sabor muera o se rebaje con el contacto de otros materiales como el plástico o el metal, es servido con una cucharilla de nácar con la que acompañarlo hasta la mano y una vez allí alcanzada la temperatura idónea para su consumo, ser finalmente degustado.
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Más tarde uno de los dependientes anota la referencia de aquellas joyas que han llamado nuestra atención y que estaríamos interesados en adquirir.
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De su amplío y variado abanico de colecciones dos destacan por encima de todas, nos referimos a las colecciones Peacock y Orquídeas.
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La sortija Carnaval es una joya llena de colorido y sofisticación que sugiere el peculiar movimiento de las plumas del pavo real.
Una pieza maestra de la alta joyería compuesta por 163 diamantes, 63 zafiros azules, 14 granates tsavoritas y una iolita de 0,79 quilates.
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Los pendientes, completamente articulados, están formados por 324 diamantes, 163 zafiros azules, 32 granates tsavoritas y 8 iolitas.
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El collar Río, la pieza maestra de la colección, lo constituyen 479 diamantes, 45 zafiros azules, 46 granates tsavorita y 2 iolitas.
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Cuando las joyas de Carrera y Carrera son admiradas, el tiempo se detiene.
Cuando la historia y las cientos de horas que se esconden detrás de cada pieza son reveladas, aún cautivan mucho más el corazón de quienes las contemplan.
Sin darnos cuenta era ya más de media tarde y se nos antojó tomar un café con leche, con la sorpresa que este nos fue servido con una jarra y una cuchara de plata.
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Sin palabras me quedé al contemplar el collar Orquídeas, la pieza insignia de Carrera y Carrera perteneciente a la colección Seda Imperial. Una pieza única en el mundo que necesita más de tres meses para ser realizada.
Compuesta por 2758 diamantes y 83 rubíes, se caracteriza por ser una imponente joya de belleza extraordinaria donde la innovación, la creatividad y la inspiración se unen al servicio del lujo y la elegancia.
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Los pendientes a juego son completamente articulados y los 470 diamantes y 20 rubíes que los componen son verdadera poesía visual en movimiento cuando son llevados.
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317 Diamantes y 7 rubíes engarzados sobre oro amarillo son en esta pieza los encargados de dar forma a un anillo místico cuya belleza cabalga entre lo onírico y lo real.
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Imposible resistirse. Quien contempla en primera persona la belleza que transmiten estas piezas de alta joyería no puede evitar enamorarse perdidamente de ellas.
Un dualismo, casi cartesiano, a través del cual rozar con la yema de los dedos la felicidad.
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Un dualismo, casi cartesiano, a través del cual rozar con la yema de los dedos la felicidad.
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