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Paseando por
las bulliciosas y emblemáticas
Ramblas
de Barcelona uno de esos días en los que se sale a la calle rumbo hacia lo
desconocido, descubrí un nuevo espacio gastronómico que llamó inesperadamente mi atención.
Se accede bajando las escaleras interiores de
“Rocambolesc” una inusual
heladería, ubicada en los bajos de
“El
Gran Teatre del Liceu” y cual periplo hacía lo desconocido, instintivamente,
se activan los cinco sentidos hasta llegar a destino.
Haciendo
referencia al contexto en el que se encuentra fue bautizado como “Òpera Samfaina” y nada más lejos de la
realidad, cabe destacar que comer, cenar o tomar una simple copa es todo un espectáculo,
en la acepción más amplia de la palabra. Lo de “Samfaina” vino en referencia al procedimiento que se sigue a la
hora de preparar este plato típico catalán basado en la mezcla de alimentos y
en la amalgama de colores y sabores que aglutina. Sin duda un paralelismo muy
logrado donde casan a la perfección cultura, arte y gastronomía en un espacio
que en todo momento interactúa con el comensal.
Al llegar, muy
amablemente, un miembro del personal de servicio me explica su funcionamiento.
Me comenta que el local cuenta con cuatro espacios: “La Vermutería”, “La Odisea”, “La Diva” y “El Mercado”, cada uno de
ellos destinado a un tipo de encuentro diferente y a los que se recomienda acceder
con reserva previa.
En esta
primera visita no planificada elegí “La
Vermutería”, un lugar cuya estética se inspira en la apariencia de las
ramas del olivo y en su fruto, el aceite. Destacar que tanto la barra como los
taburetes y los revestimientos de las paredes emulan las formas orgánicas de
este árbol, haciendo alusión al mismo tiempo a la cultura que le rodea.
Durante la
copa de bienvenida que me ofrecen durante la espera, hablo con uno de los
responsables y le muestro interés por el proyecto. Me comenta que se trata de
una acción ideada por Tast Barcelona con
una inversión de 4,2 millones de euros, en
colaboración con los hermanos Roca
del Celler de Can Roca y con el escenógrafo
Franc Aleu a la que se suman un
sinfín de artistas y artesanos de todas las disciplinas (alfareros, ebanistas,
ceramistas, cristaleros...).
A pocos metros
me condujeron a “La mesa de la Diva” y
una vez sentado en una de sus mesas de forma semicircular, elegí menú. Me llama
soberanamente la atención uno efímero que tendrán en carta hasta pasada Semana Santa y que se inspira en los platos típicos de la gastronomía gerundense.
Me comenta uno de los maîtres que lo
han creado con el objetivo de promocionar y dar a conocer algunos de los platos
más emblemáticos y singulares de la comarca que han ideado cuatro grandes chefs de la zona de la talla de Josep Maria Masó, Anna Casadevall o Montserrat
Fontané. La idea me seduce y opto por esta fórmula.
Llegado el
momento se hace la magia y da comienzo el espectáculo. Cinco proyectores
reflejan en la mesa originales mappings
3D que actúan a modo de escenario, reforzando el concepto de cada plato.
Como aperitivo
el festín arranca con unas anchoas de
l’Escala
de mi amigo
“El Xillu”. Me hace mucha ilusión, hace años que le conozco
tanto a él como a su esposa y es bonito ver como el esfuerzo y el sacrificio
diario de personas que conoces desde hace tiempo obtienen su reconocimiento.
La mesa nos
trasladó a unos verdes pastos donde norias de queso de cabra giraban a modo de bouclé sobre ellas mismas y divertidas
cabritas saltaban y revoloteaban por la mesa.
Pasados unos
minutos uno pierde la noción del espacio-tiempo y se deja llevar, opinión que comenté
en voz alta con algunos de los comensales de lujo de la talla del reconocido
escritor Arturo San Agustín o los
periodistas Rafael Lozano de La Vanguardia, Mar Calpena, Maria Josep
Jordà de TV3, Esther Muntañola de El Mundo Deportivo y Montse Carreño de BCN Press con los que tuve el placer de compartir mesa y velada.
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De primer
plato, mientras las cabras y las ovejas seguían pastando sobre la mesa, nos
sirvieron un
trinxat de la Cerdanya con col de invierno elaborado por el
chef Josep Maria Masso del
Restaurante
bEAuTy maridado con un vino
Peralada
3 Fincas.
Me llamó mucho
la atención el contraste de sabores homogenizados presentados a modo de puré,
combinados con un interesante juego de texturas crujientes.
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En el segundo plato
la mesa nos trasladó a la costa, el marco perfecto para saborear el meloso
suquet
de Calella de Palafrugell con caproig que propone
Anna Casadevall, jefa de cocina del
Restaurante La Xicra, quien para nuestra sorpresa salió a
saludarnos para conocer de primera mano nuestras primeras impresiones. Atenta,
cercana y próxima nos desveló algunos de los secretos mejor guardados de su
receta.
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Del mar a la
montaña y de allí al purgatorio, escenario donde el surrealismo decora un
espacio donde se es servido un
fricandó
de vedella de Girona cocinado
in situ
por la encantadora
Montserrat Fontané,
madre de los hermanos
Roca del
Celler de Can Roca.
Me llama la
atención el surrealismo que se emplea como hilo conductor para unir en sí todo
el concepto del restaurante con cada uno de los platos.
Llegado el
turno del postre fuimos nuevamente trasladados a la costa para saborear un
delicioso
bizcocho bisbalenc típico de la
Pastelería
Sans de
Anna Sans de
La Bisbal d’Empordà. Creyendo que
aparecería de en un momento a otro el cantante
David Bisbal a pasarnos la gorra para cobrar, decidí ir al baño,
otro espectáculo donde poder sentirse como un
pixapins observado
la
Sargantana del
Parc Güell de
Gaudí, rodeados de
trencadís, relámpagos y otros efectos especiales
que bien seguro habrán dado un susto a más de uno.
Antes de irme,
cual cangrejo Sebastián, me paseo por el resto del establecimiento tarareando la
canción “Bajo el mar” al sentirme
dentro de una ola de surrealismo sin parangón que apela la atención del niño
dormido que todos llevamos dentro.
Sin duda una
experiencia única y singular, altamente recomendable para aquellos que busquen
vivir nuevas sensaciones y adentrarse en lo más profundo del inconsciente
cultural colectivo.