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Uno de esos días en los que buscamos una evasión total de la realidad que nos envuelve, no hay nada mejor que recurrir a los amigos para adentrarse juntos en una completa e inusual aventura sensorial, jamás vivida hasta el momento, como solución a una tesitura semi-circunstancial, aún indefinida pero de fácil solución con la que contribuir al libro de vuestra amistad, escribiendo nuevas páginas que leer y rememorar juntos a lo largo de vuestra vida.
Tras tomar en firme la determinación fue dicho y hecho, junto a mis grandes amigas las periodistas Montse Carreño y Roser Amills cual Dorothy Gale siguiendo su particular camino de baldosas amarillas junto al León, el Espantapajaros y el Hombre de Hojalata, pusimos rumbo hacía a la zona alta de Barcelona, al exclusivo barrio de El Putxet donde hace poco más de un año, los emprendedores Jon Giraldo y Jaime Lieberman hicieron realidad un sueño, abrir su propio restaurante. Dos personalidades tan yuxtapuestas pero a la vez complementarias que tras haber encumbrado juntos la cima del éxito en otros ámbitos y disciplinas, quisieron ir más allá rompiendo toda norma imperante hasta el momento, ofreciendo una oferta gastronómica única en la ciudad, a modo de respuesta a la ferviente demanda por parte de un comensal local sumido en la más profunda de las monotonías y el turista de calidad que recorre el mundo entero en búsqueda de vivir y experimentar nuevas e insólitas sensaciones.
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Sin más preámbulos y con estricta puntualidad inglesa, la puerta se abre a las 21:30 horas. Tras la bienvenida nos ofrecen una copa de cava que marida simétricamente con un refrescante pincho de melón infusionado en café con forma de media luna tallada a mano. De esta forma nuestro paladar se prepara y adapta para vivir una experiencia gastronómica única y sin precedente mientras al ritmo de Pink Floyd y Shigeru Umebayashi nos sumergimos de pleno dentro de un nuevo mundo de sensaciones.
A diferencia de otros restaurantes, Spoonik abre su cocina de par en par a todos sus comensales, convirtiendo este vetado espacio para muchos, en uno de los escenarios principales de esta ópera gastronómica. Tras saludar al equipo, comienza a sonar una melodía que embriaga a nuestros sentidos con un snack de pizza efímera. Nunca cuatro centímetros cuadrados habían dado tanto de si. Siguiendo las instrucción del chef Jaime Lieberman, lo introducimos en el paladar de un sólo bocado y dejamos que sus aromas y matices eclosionen en nuestras papilas gustativas como si de un estallido de sabor se tratase y que a medida que evoluciona se desprende de todos y cada uno de los ingredientes principales que componen una pizza tradicional al uso. Al terminar se tiene la sensación de haberse comido toda una porción.
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Teniendo en cuenta que Spoonik es un lugar donde todo es posible y nada es lo que parece seguimos nuestro periplo con una arepita de choclo, queso Stilton afinado y miel.
Esta plato se divide en dos tiempos y sorprende por su cuidada presentación. Creyendo a priori que la espuma se diluiría bocado a bocado, vemos como explota nada más entrar en contacto con nuestro paladar como una burbuja de jabón, al ser tocada con los dedos. De repente un intenso sabor a miel se apodera de nuestro paladar del mismo modo que si nos hubiésemos llevado a la boca una cucharaditaa de miel de abeja reina. En el segundo tiempo el suave sabor de la arepita de choclo ayuda a limpiar el paladar produciendo un contraste dulce-salado muy inteligente, siguiendo la tradición de esta ancestral cultura que siempre acompaña lo salado con un poco de dulce a la hora de comer.
De repente entra en escena la figura de la reconocida artista surrealista Magalena Carmen Frida Kahlo Calderón. Una oda al buen gusto y la tradición donde se combina en armonía una sinfonía de sabores presentados a modo de panucho con confit de pato al Pibil, cebolla nispek, frijoles negros y aguacate. Un trompe l'oleil que en toda regla, siguiendo los principios del surrealismo, engaña nuestro sentido de la vista haciéndonos creer que en la cantidad reside el secreto de la saciedad, algo completamente falso. Rara vez en tan poco cantidad se habían concentrado al mismo tiempo tantos ingredientes saciantes. Su relleno de frijol negro destaca por su textura aterciopelada y su intenso sabor.
En cuanto a maridaje se refiere se ofertan tres opciones en función de los gustos personales, carácter y preferencias de cada comensal.
En homenaje a la tierra catalana se ha creado la selección "Catalanes" compuesta por una completa muestra de vinos made in Catalunya procedentes de las cuatro comarcas.
Para aquellos a los que les gusta innovar se ha ideado la selección "Singulares" un conjunto procedente de los cuatro puntos cardinales, procedentes de destinos tan exóticos como el Wairau Vallei o la región de Yamaguchi pasando por Asturias o Formentera.
Los amantes de lo premium y los paladares gourmet más elitistas pueden optar a la opción de las "Leyendas" la crème de la crème de cada bodega de prestigio internacional cuyo broche de oro es puesto por un Dom Pérignom Vintage del 2006. Sin duda alguna todo un inteligente ejercicio de clase y estilo por parte del sommelier Unai Mata, una persona que cautiva y enamora a partes iguales por la pasión y el respecto que muestra en todo momento por su trabajo.
Como aperitivo es presentada una Oda al maíz compuesta por una crema de maíz con helado de maíz, polvo de palomitas, maíz en texturas, espuma de hierbas con lima, pesto, piñones, queso y panela regado por una sopa caliente de maíz. Su equilibrada composición visual sucumbe a un inusual juego de texturas producido por el contraste de la diferencia de temperaturas a la que se encuentra cada ingrediente. Para optimizar al máximo la sensación el secreto reside en llevarse a la boca una cucharada de helado con crema caliente, sin duda una sensación nada convencional a la que nuestro paladar, en la mayoría de casos, no está acostumbrado, haciéndonos dudar de la homogeneidad global de la textura del conjunto.
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El semiesférico eléctrico de leche de tigre también se come en dos tiempos, primero ingiriendo una flor eléctrica que neutraliza nuestro paladar con el fin de suavizar la fuerza de la segunda parte y después reventando entre el paladar y la lengua la esferificación de leche de tigre.
Llegado el Tiempo de Ceviches, un plato compuesto por una selección de ceviches que debe consumirse en el sentido de las agujas del reloj dando comienzo por la navaja a la vainilla, seguido de la ostra Nikkei con salsa criolla, el paladar del Chef Jaime (Una replica en porcelana a escala natural del paladar del chef compuesto por erizo de mar y una crema de ají) y por último un tártar de remolacha. "Del Paladar del Chef" me emociona el gesto de poder estar tan cerca y a la vez tan lejos de alguien a quien admiras por la pasión que pone en lo que hace y el cariño y esmero que invierte a la hora de darte lo mejor de si con el fin de hacerte vivir una experiencia inolvidable.
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Entre risas y confidencias durante el transcurso de una velada que jamás olvidaremos ninguno de los allí presentes, Jaime Lieberman nos confiesa ser una de esas personas que cuando decide comer carne tan sólo lo hace si es de las mejores y añade que en su restaurante nunca ofrecería nada que el no quisiera comer en un momento dado de su vida, prueba de ello es su (Abajo) vaca vieja confitada con puré de boniato, crema de guacahumo, crumble de triguisar y tartar de huitlacoche cocinada a baja temperatura durante 48 horas. Su melosidad hace que se funda en el paladar y bocado a bocado su sabor se intensifique. Respecto al pescado (En el centro) el salmonete frito por baño con crema de chontaduro, crujiente de moringa, yogurt a la naranja y vainilla Tobiko sorprende por el contraste de sus texturas y su poética puesta en escena.
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Haciendo un alto en el camino de estas 16 estaciones de parada obligada, se apagan las luces y las mesas cobran vida propia mediante proyecciones en directo que reflejan aspectos de la cultura precolombina adaptados a través del filtro creativo de Spoonik a modo de preludio de la llegada del chef Jaime Lieberman, quien con maestría y estilo prepara en directo un suave y delicioso Cocoloco Ice Cream, un helado de coco congelado con nitrógeno líquido.
El mole blanco con frutos de hueso, espuma de melocotón y helado de queso fresco llama la atención por la explosión de sabor de cada uno de sus ingredientes por separado, desde la más sutil de las suavidades hasta llegar al picante más extremo pasando por la melosidad que otorga a modo de tregua entre un extremo y otro, una dulce compota de pera.
El broche de oro es puesto por un postre concebido a modo de escultura cuya plástica y forma recuerda a la de los antiguos dioses mayas y aztecas, representados a modo de 7 texturas de yogur natural compuesta por un bizcocho de yogur con peta-zeta de yogur, helado de yogur, crujiente de yogur y espuma de yogur.
Tras felicitar a todo el equipo y dar nuestra más cordial enhorabuena, los allí presentes quisimos dar a título personal las gracias por la excelencia del trato recibido y al mismo tiempo felicitarles por haber logrado llegar a una exitosa fórmula propia que les ha llevado a convertirse en tan poco tiempo en todo un referente.
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